CRÍTICA DE CLAUDIO BRAVO
Nace en Tánger en 1961. Completa sus estudios e ingresa en la facultad de Bellas Artes de Sevilla. Desde niña ha tenido claras disposiciones para la pintura y una sensibilidad desarrollada hacia todas las artes.
Su mano es detallista y en todas sus obras busca la justa distancia que separa el arte de la realidad. Esto lo consigue, sin lugar a dudas, con el uso de los colores, imprimiendo en sus cuadros ese halo genial tan difícil de describir.
Lidia abarca cualquier tema, recurre a visualizaciones urbanas, retrata e incluso se entrevé cierto romanticismo en sus obras.
En su nueva etapa, se afinan más los rasgos, se avivan los colores y despiertan nuevos enfoques técnicos. Todo ello plasmado con unos rasgos candentes, buscando un realismo sin exageración y prefiriendo tonalidades ocres. En el color se nota un dominio personal y una marcada influencia española. Domina las tierras y los grises, esto da a sus cuadros unas entonaciones profundas y serias. No obstante, saltan a veces los naranjas, los verdes y algún que otro color fuerte que da juventud a sus creaciones.
Yo le dí lecciones y quedé sorprendido de su seguridad en el dibujo y de su auténtica vocación.
Claudio Bravo